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Los Labios (2010)

Por C.M.

Poster

Para mí, Internet es una herramienta, algo que puede ser útil pero también dañino (probá darle con un martillo a tu cabeza y no a un clavo). Para otros, es un fiel amigo (?) y elemento vital en su día a día: enajenante, absorbente. O fuente de trabajo, en fin, puede tener diversos usos y desusos; depende del que le demos, como casi todo lo potencialmente usable. Nos permite acceder a música, películas, libros, notas, archivos, noticias, porno, mercado, fotografías, etc, etc, etc, etc… información que de otro modo no podría llegarnos o muy difícilmente hallaríamos en determinados casos.

Llegué a Los labios haciendo una ronda trailera (por trailer) de la selección de Cannes “Un certain regard” 2010. Luego casualmente la encontré en la cartelera alterna (bastante nutrida) de los cines porteños (entiéndase «porteño» como perteneciente o relativo a Buenos Aires capital). De hecho fue en esta ciudad donde tuvo su debut, al presentarse en el BAFICI (Bs. As. Festival Internacional de Cine Independiente) de dicho año.

El filme presenta el viaje y estancia de tres mujeres en un pueblo de Santa Fe (provincia al norte de Argentina), San Cristóbal, al que arriban para hacer labores de trabajo social con las familias del lugar. Después de un rato uno se pregunta qué tan mal deben estar los gobiernos que se autoproclaman democráticos como para requerir un organismo que regule algo que llaman asistencia social. Eso o habría que comenzar a replantear la definición de democracia y sus múltiples aplicaciones estatales.

Como uno podría imaginar partiendo del título, la película, dirigida por Santiago Loza e Iván Fund, es bastante silenciosa en términos convencionales pues la expresión no sólo labial sino de los rostros en específico es central. De ahí que el primer plano sea uno de los recursos más recurrentes en pantalla pues son los rostros quienes “hablan” al espectador aunque mucho no alcancemos a comprender, como sucede en la vida diaria y cotidiana cuando cualquier persona entra en contacto con otras a través de la mímica, los gestos y movimientos corporales.

Una de las cosas que más llamó mi atención en el filme fue una visión que denota cierta cercanía con la manera en que se viven los hechos intersubjetivamente, lo que podríamos llamar “naturalidad” en el plano social, que no normalidad. Esto desde luego no es fortuito dada la relación del filme con la vida real.

La trama resulta bastante sencilla aunque hacia el final queda cierto halo de misterio, como un cuadro irresuelto que no deja ver su dimensión más profunda.

Las mujeres se levantan temprano, visitan a las familias, hacen entrevistas a los padres (usualmente sólo uno las atiende en casa), interactúan con los niños, los pesan y hacen anotaciones. Después regresan a un hospital abandonado donde la municipalidad las instaló antes de mandar su derrumbamiento (esto sigo sin explicármelo), cenan, toman mate y duermen. A veces pernoctan en un bar de la ruta donde comen parrillada y toman cerveza.

Hacia mitad del filme podemos escuchar una voz en off femenina que enuncia el registro de su investigación, contabilizando las embarazadas en urgencia, niños con desnutrición o enfermedades diversas que padece la comunidad, así como la falta de agua potable y demás recursos.

Las actuaciones de las chicas –premiadas en el festival de Cannes ya mencionado– son las únicas de la película pues las personas interrogadas no siguen ningún guión: hablan de aquello que viven: analfabetismo, desinformación, desempleo y demás carencias sociales.

He leído algunas críticas que consideran que Los labios no intenta demostrar una postura crítica respecto a las condiciones precarias en términos de salud del pueblo –como lo hacen ciertos documentales– pero opino diferente. Si bien los ojos del espectador son los que definen la posible crítica a desarrollar partiendo de tales imágenes, creo que el hecho de ya haber tomado tal realidad para desarrollar una ficción nos dice algo. Esto no garantiza que el espectador piense o se pregunte sobre las condiciones de la realidad dada en la obra cinematográfica, lo más común es que se limite a las problemáticas planteadas en la historia pensándola como historia y no como manifestación no-ficcional de lo filmado. Es decir, realizar una separación entre arte y vida como si el arte fuera un producto inmanente, siendo que no podemos negar su condición como hecho social a la vez hecho autónomo.

Sin ahondar en el transfondo provinciano de Argentina, pienso que si los realizadores hubieran querido concentrarse únicamente en la problemática sociopolítica hubieran hecho un documental y no fue así. Quiero decir que no es una cosa ni la otra, de ahí que cueste trabajo encajar las convenciones del género ante las obras artísticas, las cuales suelen quedar apretujadas hasta que rompen los cajones de la crítica.

¿Puro entretenimiento o difusión informativa para crear conciencia y denuncia? ¿podemos dividir las creaciones artísticas de manera tan tajante o suponer que tales efectos se excluyen entre sí?

De modo que a mí me hizo cuestionar por todo aquello que provoca las condiciones de esas familias humildes e inmediatamente la pregunta “¿qué puedo hacer?” me taladraba por dentro. Mientras otros podían pensar “qué rara película, tan silenciosa” (escuché esto en el baño al salir) y aún así no podemos decir que las opiniones se hallen en contraposición.

Comprobamos así los distintos ángulos con los que podemos abordar el cine (o el arte), porque es cierto, muchas veces nos dispararnos a horizontes que los realizadores no sospecharían siquiera y otras veces entendemos un mensaje completamente distinto a lo pensado. Me parece imposible dictar sentencias en este sentido… como en todos.

Debo remarcar el genial papel de la banda sonora, las actuaciones de las tres mujeres y celebrar la escena final.

Dejo los cortos disculpándome de antemano con el lector interesado en verla: no sé de qué manera es actualmente conseguible.

Cosa curiosa: las reseñas o notas argentinas dejan claro que esto no es un documental, en cambio en la ficha de Cannes se califica como «documentary»

¿Sorprendente? (pensemos en la consideración de los estudios postcolonialistas estadounidense respecto al género testimonial como único válido partiendo de Latinoamérica)