Archivo de la categoría: Recomendaciones

Looper (2012), un nuevo clásico de la ciencia ficción


Por Mario NC

Uno de los temas preferidos de la ciencia ficción es el viaje en el tiempo. La complejísima idea es fascinante por el tipo de preguntas que plantea sobre el tiempo y el destino. A pesar de ello, los viajes en el tiempo suelen ser el tema de conversación más común entre geeks y científicos nerds porque es facil de criticar y destrozar como vil «pseudo-ciencia». Incluso Volver al futuro, que es con seguridad el mejor ejemplo del time travel en el cine mainstream, suele ser vapuleado por la cuestión de las paradojas y las contradicciones temporales.

El cine es un arte, no está ahí para hablarnos de física cuántica sino para contar historias o sumergirnos en un medio visual. En este sentido, el cine puede hablar de ciencia, pero a final de cuentas es un factor adicional, un elemento más. Dicho de otra forma, la ciencia por sí sola no te va a dar una buena pelicula. Por citar un ejemplo, la película más realista jamás realizada sobre viajes en el tiempo es Primer (2004), la cual fue dirigida por un científico (¡tan tan tan!) y es tan compleja que necesitas diagramas para entenderla. Como ciencia «realista» es perfecta, pero como cine se trata de una pésima película, mal actuada y aburrida como una piedra. O te enfocas en el arte o en la ciencia, pero todavía no existe un ejemplo que combine las dos. Looper (la nueva cinta de Rian Johnson, el director de la estilizada Brick, mejor conocida como «esa película noir que ocurre en una preparatoria»), por otra parte, toma el camino contrario, tomando al viaje en el tiempo como un gimmick, una excusa, para crear un drama humano lleno de acción y violencia.

Sigue leyendo

Rough Cut: My Dog Tulip (2009), la poética de lo escatológico

Por Mario NC

Aunque les parezca difícil de creer, debo decir que no me considero un amante de los perros. Dicho lo anterior, aclaro que no los odio y, en definitiva, tampoco creo en esos estereotipos que los pintan como babeantes retrasados mentales. El perro es por antonomasia el animal doméstico más importante de la civilización humana. Razón que nos ha llevado a representarlos en el arte y la literatura de numerosas formas.

Lo que sigue es bastante discutible, pero creo que la versión más icónica del «mejor amigo del hombre» sigue siendo la presentada por Disney en los 101 Dálmatas. Memorable villana aparte, la película nos muestra al perro como un animal antropomorfizado, higiénico, leal y heroico, combinando la ternura post-Bambi con el imaginario heroico de Rin Tin Tin. Y hay que decirlo, cualquiera que haya tenido un perro en algún momento de su vida estará de acuerdo conmigo en que este retrato idílico está muy lejos de la realidad.

Si intentáramos crear una visión «realista· de lo que significa ser dueño de un perro, entonces el resultado sería algo como My Dog Tulip (2009). Basada en las memorias del autor queer J. R. Ackerley y animada en su totalidad por el director Paul Fierlinger y su esposa bajo un escaso presupuesto, ésta pequeña película animada refleja con honestidad la realidad del mundo animal. Porque no podemos darle vueltas al asunto, por más que intentemos darles rasgos humanos, por más compleja que sea la psicología «perruna», la realidad es que los perros (como cualquier otro animal, incluido el ser humano) centran toda su existencia alrededor de los tres grandes actos de supervivencia: comer, cagar y coger. Y es a través de esta aparente simpleza, de esta dualidad de lo escatológico como pureza espiritual, que Ackerley crea un vínculo con su perra Tulip (descrita como una total bitch). Un vínculo que es imposible de encontrar en otro ser humano. De esta forma, el ocaso de la vida de Ackerley es enmarcada alrededor de la honesta lealtad de la necia (como una mula) perra Tulip y sus peripecias fluido-corporales descritas de forma obsesiva y repetitiva a lo largo del todo el metraje. Al final, el perro es el recuerdo ancestral impoluto del instinto y el placer, de lo que perdimos al pasar de la naturaleza a la civilización.

Es evidente que Fierlinger trabajó con recursos limitados. La animación es por momentos abstracta, incompleta, dando un efecto impresionista que intercala movimientos casi fotorealistas con secuencias realizadas con garabatos (es decir, bolitas y palitos)  para representar diferentes tonos y atmósferas. Por ejemplo, casi todas las escenas que tratan sobre la vida reproductiva de Tulip son realizadas en el segundo estilo y son, por cierto, los momentos mas graciosos (Tulip es dibujada con vestido virginal y actitud infernal). La narración del legendario Christopher Plummer eleva exponencialmente el humor absurdo y muy británico de la cinta, dotando al resultado final de una elegancia que pocas películas animadas pueden presumir hoy en día.

My Dog Tulip es una película difícil de describir o recomendar. Es el ejemplo perfecto de una animación para adultos: es excéntrica, desigual y no es para todos los gustos. Es una curiosidad que vale la pena ver, al menos una vez. ¿Se la recomendaría a los amantes de perros? Es una buena pregunta y creo que no tengo la respuesta. Es hora y media de floridas descripciones de caca y perros en celo. Ustedes decidan.

8 FIC MTY: Día 1 – Inauguración, Silencio en la nieve y cinco películas que veré en el Festival

Por Alan M.

Y comienza la cita anual para los cinematopos de la ciudad. El Octavo Festival Internacional de Cine de Monterrey presenta desde ayer, 16 de agosto, y hasta el 26 del mismo mes, una selección de películas que hará las delicias de aquellos fanáticos acérrimos del séptimo arte, pero también de cualquiera que quiera acercarse a ver algo diferente, algo chido liro, pues, en nuestra a veces triste cartelera local. La fiesta ya está aquí y nosotros te la contamos.

Sigue leyendo

Gimme the power (2012), los no tan revolucionarios

Por Alan M.

Después de This is not a movie (2011) y del rant  de importante colaborador de este blog contra ella, el señor Olallo Rubio presenta un nuevo documental dedicado a aquella banda que todos escuchábamos en la secundaria y las madres del Sagrado Corazón se empeñaban en prohibir: Molotov.

Sigue leyendo

Cinco películas que veré en Ambulante 2012

Por Alan Márquez

Debo confesar que de los festivales que llegan a nuestra cabritera ciudad, el Ambulante es de mis favoritos -si no el favorito- la razón es que me gustan mucho los documentales y un festival enteramente dedicado a este placer es una delicia absoluta. El documental me parece un género donde se puede decir muchísimo y en el que he encontrado las mayores sorpresas en años recientes. Dicho esto, aquí van cinco recomendaciones para esta edición, que a partir de mañana 23 y hasta el 29 de marzo se celebrará en Monterrey.

Sigue leyendo

Los Labios (2010)

Por C.M.

Poster

Para mí, Internet es una herramienta, algo que puede ser útil pero también dañino (probá darle con un martillo a tu cabeza y no a un clavo). Para otros, es un fiel amigo (?) y elemento vital en su día a día: enajenante, absorbente. O fuente de trabajo, en fin, puede tener diversos usos y desusos; depende del que le demos, como casi todo lo potencialmente usable. Nos permite acceder a música, películas, libros, notas, archivos, noticias, porno, mercado, fotografías, etc, etc, etc, etc… información que de otro modo no podría llegarnos o muy difícilmente hallaríamos en determinados casos.

Llegué a Los labios haciendo una ronda trailera (por trailer) de la selección de Cannes “Un certain regard” 2010. Luego casualmente la encontré en la cartelera alterna (bastante nutrida) de los cines porteños (entiéndase «porteño» como perteneciente o relativo a Buenos Aires capital). De hecho fue en esta ciudad donde tuvo su debut, al presentarse en el BAFICI (Bs. As. Festival Internacional de Cine Independiente) de dicho año.

El filme presenta el viaje y estancia de tres mujeres en un pueblo de Santa Fe (provincia al norte de Argentina), San Cristóbal, al que arriban para hacer labores de trabajo social con las familias del lugar. Después de un rato uno se pregunta qué tan mal deben estar los gobiernos que se autoproclaman democráticos como para requerir un organismo que regule algo que llaman asistencia social. Eso o habría que comenzar a replantear la definición de democracia y sus múltiples aplicaciones estatales.

Como uno podría imaginar partiendo del título, la película, dirigida por Santiago Loza e Iván Fund, es bastante silenciosa en términos convencionales pues la expresión no sólo labial sino de los rostros en específico es central. De ahí que el primer plano sea uno de los recursos más recurrentes en pantalla pues son los rostros quienes “hablan” al espectador aunque mucho no alcancemos a comprender, como sucede en la vida diaria y cotidiana cuando cualquier persona entra en contacto con otras a través de la mímica, los gestos y movimientos corporales.

Una de las cosas que más llamó mi atención en el filme fue una visión que denota cierta cercanía con la manera en que se viven los hechos intersubjetivamente, lo que podríamos llamar “naturalidad” en el plano social, que no normalidad. Esto desde luego no es fortuito dada la relación del filme con la vida real.

La trama resulta bastante sencilla aunque hacia el final queda cierto halo de misterio, como un cuadro irresuelto que no deja ver su dimensión más profunda.

Las mujeres se levantan temprano, visitan a las familias, hacen entrevistas a los padres (usualmente sólo uno las atiende en casa), interactúan con los niños, los pesan y hacen anotaciones. Después regresan a un hospital abandonado donde la municipalidad las instaló antes de mandar su derrumbamiento (esto sigo sin explicármelo), cenan, toman mate y duermen. A veces pernoctan en un bar de la ruta donde comen parrillada y toman cerveza.

Hacia mitad del filme podemos escuchar una voz en off femenina que enuncia el registro de su investigación, contabilizando las embarazadas en urgencia, niños con desnutrición o enfermedades diversas que padece la comunidad, así como la falta de agua potable y demás recursos.

Las actuaciones de las chicas –premiadas en el festival de Cannes ya mencionado– son las únicas de la película pues las personas interrogadas no siguen ningún guión: hablan de aquello que viven: analfabetismo, desinformación, desempleo y demás carencias sociales.

He leído algunas críticas que consideran que Los labios no intenta demostrar una postura crítica respecto a las condiciones precarias en términos de salud del pueblo –como lo hacen ciertos documentales– pero opino diferente. Si bien los ojos del espectador son los que definen la posible crítica a desarrollar partiendo de tales imágenes, creo que el hecho de ya haber tomado tal realidad para desarrollar una ficción nos dice algo. Esto no garantiza que el espectador piense o se pregunte sobre las condiciones de la realidad dada en la obra cinematográfica, lo más común es que se limite a las problemáticas planteadas en la historia pensándola como historia y no como manifestación no-ficcional de lo filmado. Es decir, realizar una separación entre arte y vida como si el arte fuera un producto inmanente, siendo que no podemos negar su condición como hecho social a la vez hecho autónomo.

Sin ahondar en el transfondo provinciano de Argentina, pienso que si los realizadores hubieran querido concentrarse únicamente en la problemática sociopolítica hubieran hecho un documental y no fue así. Quiero decir que no es una cosa ni la otra, de ahí que cueste trabajo encajar las convenciones del género ante las obras artísticas, las cuales suelen quedar apretujadas hasta que rompen los cajones de la crítica.

¿Puro entretenimiento o difusión informativa para crear conciencia y denuncia? ¿podemos dividir las creaciones artísticas de manera tan tajante o suponer que tales efectos se excluyen entre sí?

De modo que a mí me hizo cuestionar por todo aquello que provoca las condiciones de esas familias humildes e inmediatamente la pregunta “¿qué puedo hacer?” me taladraba por dentro. Mientras otros podían pensar “qué rara película, tan silenciosa” (escuché esto en el baño al salir) y aún así no podemos decir que las opiniones se hallen en contraposición.

Comprobamos así los distintos ángulos con los que podemos abordar el cine (o el arte), porque es cierto, muchas veces nos dispararnos a horizontes que los realizadores no sospecharían siquiera y otras veces entendemos un mensaje completamente distinto a lo pensado. Me parece imposible dictar sentencias en este sentido… como en todos.

Debo remarcar el genial papel de la banda sonora, las actuaciones de las tres mujeres y celebrar la escena final.

Dejo los cortos disculpándome de antemano con el lector interesado en verla: no sé de qué manera es actualmente conseguible.

Cosa curiosa: las reseñas o notas argentinas dejan claro que esto no es un documental, en cambio en la ficha de Cannes se califica como «documentary»

¿Sorprendente? (pensemos en la consideración de los estudios postcolonialistas estadounidense respecto al género testimonial como único válido partiendo de Latinoamérica)

Rough cut: Cobra Verde (1987)

Por Mario NC

Aunque Werner Herzog ha tenido una larga y fructífera carrera en múltiples géneros y medios (cortometrajes, documentales, etc.), su mayor aportación a la historia cinematográfica han sido las cinco aportaciones que realizó con el legendario actor alemán Klaus Kinski, entre las que destacan Aguirre, la ira de Dios (1972) y Nosferatu: el vampiro (1979). Sin embargo, es la última de éstas, titulada Cobra Verde (1987) y realizada cuatro años antes de la muerte de Kinski, la obra más desconcertante de Herzog, al grado que todavía continúa dividiendo a críticos y fanáticos por igual.

La historia del bandido Cobra Verde, siempre movido por emociones presentes y el desdén hacia el ser humano,  lo llevan a ser ladrón, traficante de esclavos y líder revolucionario. Viajando de Brazil y luego hasta el otro lado del mundo, su existencia ambigua y visceral es representada en una trama extremadamente simbólica y por momentos metaficcional, donde los close-ups y los diálogos de los personajes parecen atravesar la pantalla como si se dirigieran en un halo de complicidad con la audiencia. Hay una escena de connotaciones bellísimas, mi favorita de todo el metraje, en la que un grupo de esclavas negras aparece para ofrecerle una danza al peligroso bandido. De forma curiosa, la sonrisa cándida y sensual de la danzante principal, en oposición a su cruel destino como objeto desechable, se posa en la cámara, invitando al espectador a ser partícipe de su danza mágica y sugerente.

Con una fotografía hermosa del checo Victor Ruzicka y filmada en locaciones reales en Latinoamérica y Africa, Cobra Verde resultó una de las filmaciones más complicadas de Herzog y que además significaría el fin de la fructífera y complicada relación del director con Kinski (anécdotas que irían a parar al  documental de culto, My Best Friend Fiend (1999), sin duda la piedra angular de este filme, cuya interpretación trasciende cualquier idea preconcebida que se tenga sobre el oficio actoral, alcanzando en el proceso un estatus casi mítico. Extraña y bastante impenetrable, Cobra Verde es Herzog/Kinski en estado puro.

Rough cut: 50/50 (2011)

Por Mario NC

Basada en las experiencias del guionista Will Reiser y su amigo y productor Seth Rogen, 50/50 (2011) es una pequeña dramedy (sin fecha de estreno en México, pero ya disponible en DVD) que llamó mucho la atención de la crítica el año pasado, en particular por su tono y forma de tratar un tema tan delicado y riesgoso (para Hollywood, al menos) como lo es el cáncer.

Interpretado de forma excepcional por Joseph Gordon-Levitt*, el protagonista de 50/50 nos muestra el difícil proceso (psicológico, físico y emocional) que conlleva el aceptar lo que puede ser una muerte inminente. Pero sobre todo, más que analizar al cancer como enfermedad, la película nos muestra los efectos del paciente en las personas que lo rodean.

Dirigida de forma bastante sobria y olvidable por Jonathan Levine, la base de la efectividad del filme recae en las actuaciones. Pero quizás el aspecto más sobresaliente de la producción es que el trabajo de Gordon-Levitt  se vea eclipsado por los secundarios: Seth Rogen está increíble, matizado y sutil sin dejar su ya característico sello de white douchebag, mientras que Anna Kendrick demuestra porque es la actriz joven más genial del planeta, dotando de una naturalidad inusitada al personaje de una psiquiatra media friki (y obvio interés amoroso del protagonista).

Ante todo, la película funciona porque toma un tema complicado y lo plasma en la pantalla de forma honesta, sin caer en el melodrama (aunque por momentos lo alcanza) y con una dosis inteligente de humor negro que nunca raya en lo superficial. Hollywood tiende a usar al cáncer como estratagema superficial para la venta de kleenex a señoras solteronas, pero aquí el tono es consecuente y bastante arriesgado. Su final es quizás un poco criticable, pero es claro que la intención del filme es plantear un relato positivo, a veces incómodo, a veces cursi, con el que cualquiera se puede identificar: sólo se vive una vez. Y el resultado funciona, fuciona muy bien.

*Quiero aprovechar este espacio para declarar, aunque no sea gay, mi amor platónico por Gordon-Levitt. Es mi ídolo y creo que será uno de los grandes de nuestra generación. Joseph, llámame.

La invención de Hugo Cabret (2011), la invención de los sueños

Por Alan M.

Es frecuente escuchar a gente que dice que el cine ha muerto. Ahogado entre secuelas y precuelas innecesarias, remakes, cintas realizadas con la expresa intención de ganar galardones sosos, historias trilladas, recursos visuales masturbatorios, películas en las que todo vale por la intención de sacar unos dólares más en taquilla. Luego los mercachifles de Hollywood inventan el CGI, la alta definición, la tercera dimensión, vemos en la cartelera película tras película de robots, animaciones por computadora insoportables, guiones infames, etcétera. Y de pronto llega Martin Scorsese con una película como La invención de Hugo Cabret a demostrar que el cine como medio tiene futuro, sólo hace falta pasión y oficio.

Sigue leyendo

Cortos bien cortos: La Cinta (2009)

Por C.M.

Pienso que todos estamos ciegos.
Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran.
José Saramago

Alguna vez en una entrada pasada dije algo sobre cómo el cine puede hacer lo que se le pinte y la manera en que uno puede tomarlo como venga, despojándose de prejuicios y convenciones establecidas. De esta forma nos invita a un sinfín de escenarios y personajes, sea el formato o ritmo o ángulo que sea. Justo como lo hace el arte mediante las posibilidades que dispara aunque debo admitir que hablar de arte nos orilla, querámoslo o no, a una definición y como no la tengo y no es el espacio para conjeturar sobre ésto la omitiremos y dejaremos que cada lector lo entienda desde su particular visión.

Hoy traigo un corto –cortísimo– animado que sintetiza una de las problemáticas más peliagudas de la historia humana: el círculo de la violencia. Viene de un grupo de cineastas de la escuela de animación francesa Gobelins L’ecole de L’Image, radicada en París y dedicada a las artes visuales. Fue realizado por Thomas Charra, Michaël Crouzat, Kherveen Dabyllal, Denis Do y Gabriel Jolly-Monge.

Sin intervención directa de diálogo, los tres minutos con 54 segundos presentan la  rabia de una muchedumbre en la China de los 60s sobre un terrateniente rico, golpeado por algunos hombres que lo rodean mientras se escuchan gritos de «¡Perro burgués! ¡Cómplice de capitalistas!»

Una de las personas en la multitud lo reconoce sin saber cómo reaccionar.
Lo pongo antes de colocar la reflexión que hice después de verlo:

No es que veamos aquí un hecho único y aislado en la historia (el proceso de transformación al comunismo del país asiático) pues, ¿no es acaso la historia una repetición más que una sucesión lineal «evolutiva»?, ¿podemos creer en la libertad  aunque venga con restricciones?, ¿creer en la civilización que se funda en la barbarie? ¿cambiar la dictadura del burgués por la del proletariado?

Pensemos, si se quiere, en un hecho reciente: la muerte de Khadafy (antiguo gobernante de Libia) llevada a cabo por las masas, las cuales se jactaban de hacer justicia.

Podemos hacerlo desde cualquier parte del mundo, desde cualquier época. La guerrilla en Colombia, las dictaduras latinoamericanas, las guerras mundiales del siglo XX…

Y es que resulta muy difícil abordar tales movimientos sociales pues surge la pregunta de cómo sustentar un criterio binario entre «buenos» y «malos» que justifique tales o cuales actos, ¿es acaso tan fácil dividirnos de esta forma y desde ahí dictaminar sentencias?

¿Debemos guiarnos por el ojo por ojo y diente por diente por siempre?, ¿cómo saber lo que merece tal o cual acción? Y aún más importante, ¿cómo salir, de una vez por todas, de la violencia?, ¿debemos tratar al torturador como él lo hizo con sus víctimas?, ¿debemos matar al asesino y después contarlo con orgullo a las generaciones venideras?, ¿es esto lo que queremos dejar?

Con estas preguntas no pretendo juzgar al pueblo de Libia o a tantos otros que se levantaron en armas para acabar con un yugo opresor pues es evidente que esto no puede resolverse de una sola manera ya que su complejidad trasciende preguntas y respuestas únicas y absolutas; más bien intento poner sobre la mesa una pregunta (o muchas) a raíz del corto: ¿cuál es realmente la distancia entre el que ejerce «justicia» y el criminal?

¿Es «cómplice del capitalismo» la chica de la cinta roja, irónicamente guardada en el bolsillo a la altura del pecho del hombre burgués, justo encima de su corazón?

Algunos filmes nos hacen reír, llorar, otros nos entretienen, conmueven o aburren, pocos nos orillan a pensar… lo que hacemos, somos, hacia dónde vamos y de dónde venimos.