Archivo de la categoría: Estrenos

La cabaña del terror (2012), y qué si es otra «de miedo»

Por Alan M.

El terror es un género cinematográfico en el que es difícil innovar. Las fórmulas que lo rigen han sido usadas múltiples veces, entonces aunque no se haya visto ninguna película de la serie de Halloween, Viernes 13 o La másacre de Texas, todos sabemos qué esperar de ellas, sabemos que si entramos al cine a ver algo con la palabra «terror» en su título nos atenemos a una serie de manidos recursos. Cada tanto aparece alguna película más o menos rompedora, luego los sucedáneos desfilan en cartelera y contribuyen al agotamiento del género. Es en ese contexto donde milagrosamente La cabaña del terror encuentra un espacio para respirar.

Este abuso de las reglas autoimpuestas ha dado incluso a parodias francas como es el caso de Scary Movie o al juego con ellas en Scream. Es curioso ver cómo el terror de pronto comenzó a relacionarse con la comedia, incluso en franquicias «serias», como es el caso de Viernes 13 o Child´s play. No nos asusta más el tipo con la máscara de hockey, entonces al menos que nos haga reír.

En La cabaña del terror los arquetipos están ahí: la rubia tonta, el deportista héroe, el raro de la clase, el estudiante negro, la chico inocente -virgen-. Tenemos también una cabaña incomunicada en medio del bosque, la advertencia de un lugareño misterioso, la marihuana y el sexo. Da un poco lo mismo, entonces, el motivo del terror, hace mucho que los zombies dejaron de ser lo que eran para Romero, los vampiros ya no son una metáfora de la violación, los extraterrestres ya no significan la amenaza velada de un país enemigo, en las películas modernas el terror significa ver sangre, ver cumplir el plan que esperamos, esperar que al menos la forma en la que mueran los personajes en turno sea imaginativa -ahí está las sagas de Destino Final y Saw como muestra.  Impagable la burla abierta al terror japonés, esa promesa incumplida de un nuevo aire en el género tan popular en los primeros años del milenio, quizá el mejor momento de la película esté en esa referencia. Pero también ahí están las cámaras omnipresentes -quizá una consecuencia de ese otro género inaugurado con El proyecto de la bruja de Blair-.

Lo que queda en este mashup, en los vuelcos vertiginosos y en el guión maravilla de La cabaña del terror es una reflexión sobre el género mismo. Ese en donde el espectador puede reír cuando le cortan el brazo a alguien, o peor aun, puede jugar con su celular, platicar con el de junto, elegir ignorar lo que pasa en pantalla que, sin embargo, ahí está en algún plano terrenal. Puede ser que nos hayamos vuelto algo cínicos, puede ser que el  miedo no vaya tanto por el terror tangible -ese de una familia de rednecks caníbales o del payaso asesino o del animal monstruoso salido de una selva sudamericana; tampoco está en esos modernos terrores de una sociedad tecnificada en donde la inteligencia artificial cobra vida o en donde una corporación prepara espectáculos basados en la matanza por la matanza -caso Hostal-; ni siquiera en el terror sobrenatural de niñas fantasmas o demonios atraídos por artefactos ancestrales. Entonces uno se preguntaría, cuál es el atractivo de ver una película del género:  lo único cierto es que bajo todas esas capas, todas esas formas, hay un terror primigenio, bruto, terrible, peligroso, total y, por tanto, enteramente disfrutable.

Looper (2012), un nuevo clásico de la ciencia ficción


Por Mario NC

Uno de los temas preferidos de la ciencia ficción es el viaje en el tiempo. La complejísima idea es fascinante por el tipo de preguntas que plantea sobre el tiempo y el destino. A pesar de ello, los viajes en el tiempo suelen ser el tema de conversación más común entre geeks y científicos nerds porque es facil de criticar y destrozar como vil «pseudo-ciencia». Incluso Volver al futuro, que es con seguridad el mejor ejemplo del time travel en el cine mainstream, suele ser vapuleado por la cuestión de las paradojas y las contradicciones temporales.

El cine es un arte, no está ahí para hablarnos de física cuántica sino para contar historias o sumergirnos en un medio visual. En este sentido, el cine puede hablar de ciencia, pero a final de cuentas es un factor adicional, un elemento más. Dicho de otra forma, la ciencia por sí sola no te va a dar una buena pelicula. Por citar un ejemplo, la película más realista jamás realizada sobre viajes en el tiempo es Primer (2004), la cual fue dirigida por un científico (¡tan tan tan!) y es tan compleja que necesitas diagramas para entenderla. Como ciencia «realista» es perfecta, pero como cine se trata de una pésima película, mal actuada y aburrida como una piedra. O te enfocas en el arte o en la ciencia, pero todavía no existe un ejemplo que combine las dos. Looper (la nueva cinta de Rian Johnson, el director de la estilizada Brick, mejor conocida como «esa película noir que ocurre en una preparatoria»), por otra parte, toma el camino contrario, tomando al viaje en el tiempo como un gimmick, una excusa, para crear un drama humano lleno de acción y violencia.

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8 FIC MTY: Día 1 – Inauguración, Silencio en la nieve y cinco películas que veré en el Festival

Por Alan M.

Y comienza la cita anual para los cinematopos de la ciudad. El Octavo Festival Internacional de Cine de Monterrey presenta desde ayer, 16 de agosto, y hasta el 26 del mismo mes, una selección de películas que hará las delicias de aquellos fanáticos acérrimos del séptimo arte, pero también de cualquiera que quiera acercarse a ver algo diferente, algo chido liro, pues, en nuestra a veces triste cartelera local. La fiesta ya está aquí y nosotros te la contamos.

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Rough cut: Total Recall (2012), los lamentos de un lector

Por Alan M.

Esta es una breve nota sobre el filme Total Recall, remake de la cinta homónima de 1990 estelarizada por Arnold «todos tienen que copypastear mi apellido» Schwarzenegger, ahora con Colin Farrell como protagonista. Hay que decir un par de cosas antes de entrar en tema: Uno. Me dormí durante una parte del visionado, esto debería ser suficiente para desistir de poner tres líneas seguidas al respecto, pero peores incoherencias se hacen a diario en muchos lugares . Dos. Soy un gran fan del cuento en el que ambas películas se inspiran, Lo recordaremos por usted perfectamente, una muestra del buen hacer de Philip K. Dick, sé que esto no debería interferir con lo que una reseña debe ser, pero insisto, peores cosas se cometen a diario. Dicho esto, ahí vamos.

Douglas Quaid, empleado de una fábrica en un mundo distópico, sospecha que puede ser un espía después de visitar Rekall, una agencia que le implanta a sus clientes recuerdos falsos para que «vivan» experiencias que jamás podrían tener normalmente. Algo sale mal en el proceso y Douglas tiene que huir de unos agentes que comienzan a perseguirlo.

La película original era ya de por sí mala, pero tenía un encanto todavía del cine de acción de los ochenta, tonta, pero divertida. Esta nueva película, si bien tiene algunas referencias a aquella, tiende a tomarse más en serio a sí misma y falla en el proceso. Las actuaciones son correctas sin merecer mayor comentario, la dirección de Len Wiseman -responsable de un par de películas de la saga Underworld y de la cuarta entrega de Die Hard– también cumple sin más.

Es en su guión donde Total Recall no emociona al espectador. La trama pretende incluir algunos tópicos que resultan manidos, pero es lo único de donde podemos extraer una suerte de sentido a la historia. Es una lástima que se enfoque más en ese «vamos a liberar al pueblo oprimido» que en los vericuetos que el cuento de K. Dick ofrecía y que ya son de por sí bastante complicados como para no aburrir a nadie.

Hay que admitir que las secuencias de acción son imaginativas, pero están mal hiladas, muy pronto la película se convierte en una interminable persecución que da paso a otra persecución. Cuando llegamos al acto final, y a su presunto espectáculo, la sala entera está dormida -o al menos yo estoy dormido-. Una lástima si tomamos en cuenta el potencial de la trama original y lo bien que funcionaba la película anterior. Con todo, no creo que Total Recall sea necesariamente una película espantosa, su dirección de arte es hermosa, o eso diría si no hubiera visto nunca Blade Runner, se agradece igual.

En este caso es mejor quedarse con las cosas originales, y ni siquiera me refiero a la película de 1990, sino al vilipendiando cuento del maestro K. Dick. En esas estamos.

El caballero de la noche asciende (2012), a duras penas

Por Mario NC

NOTA: La reseña está libre de spoilers, pero sí hago algunos comentarios sobre la estructura y temas de la trama, así como la progresión dramática de los personajes. Si creen que eso les puede arruinar la experiencia de la película entonces no la lean. Están advertidos.

Después de una larga espera, la tercera y última parte de la trilogía de Batman dirigida por Christopher Nolan llega a las salas (bueno, un poco tarde en México pero ya ven) después de una excesiva campaña publicitaria y un evento bastante inesperado y terrible. Y las preguntas de los cinéfilos son obvias, ¿podrá Christopher Nolan superar las expectativas después de El caballero de la noche?

La verdad, Nolan me agrada como director. No creo que sea el genio visionario que muchos dicen, pero el tipo ha tomado decisiones inteligentes en su carrera y demostró que tiene un estilo particular. Tiene muchos vicios en su manera de filmar pero, al igual que James Cameron, ha sabido reconfigurar ideas excéntricas y presentarlas de una forma accesible a un público no-cinéfilo. Sus bati-películas son un buen ejemplo de ello. Alejándose del camp de Adam West (o Joel Schumacher) y el estilo gótico de Burton, Nolan nos entregó una serie de películas donde la idea de Batman (uno más “realista”)  es una excusa para hablar de temas contemporáneos. Si Batman Begins habla sobre la corrupción y el miedo, entonces The Dark Knight hace un interesante comentario sobre la paranoia del 9/11, la idea del vigilante que hace justicia por encima de la ley, la lucha entre anarquía y justicia, etc.

En lo personal (y sonará muy injusto), el mayor defecto que le podría achacar al guión de los hermanos Nolan y David. S. Goyer es su desmesurada ambición. Irónicamente, aunque The Dark Knight Rises está contada con una hiper-seriedad y llena de subtextos políticos reaccionarios, es la más caricaturesca, hollywoodense e inconsistente de la serie. El clímax está repleto de persecuciones, batallas áreas, explosiones, emoción desgarradora, extras e incluso el legendario cliché del beso apasionado entre protagonistas antes de la escena final (que Hollywood parece haber patentado en el último siglo). La trilogía de Nolan siempre se ha caracterizado por tramas confusas y huecos argumentales, defectos que TDKRises hereda al mismo tiempo que agrega otros nuevos. En particular, un vicio común de los guionistas contempóraneos, en la era Post-Lost, es creer que la calidad de un guión es directamente proporcional al número de giros argumentales que puedes incluir en una historia.  Nolan abusa de este recurso en una película de por sí compleja, de casi tres horas de duración, y llena de sub-tramas que confluyen en un último acto bastante caótico. En otras palabras, la trama se reescribe y altera a si misma durante todo el metraje, lo que oscurece (o de plano contradice) ideas expuestas en un inicio.

Por otra parte, la publicidad y las entrevistas con Nolan parecían indicar que esta sería una película llena de referencias al fenómeno de OccupyWallStreet y el conflicto entre la clase baja (el 99%) y las élites (el 1%) que controlan el mercado global. Ideas provocativas, claro, pero bastante cuestionables si son insertadas de forma tan absurda en una película de Batman. La historia de Bruce Wayne y su alter ego en los comics refleja una contradicción fascinante del Imperio Americano: la individualidad como el motor que puede transformar el mundo (me visto como imbécil y salgo a la calle a hacer justicia por mi propia mano) al lado de un idealizado código moral que es incompatible con la realidad (Batman no asesina, pero el sistema legal y policíaco es ineficiente y corrupto). El efecto final es un filme superficial que cae, por momentos, en un discurso facistoide e imperialista (a diferencia de TDK, los policías  son amigables y carismáticos santos) donde los pobres son anarquistas suicidas fácilmente manipulables por personalidades mesiánicas*. Es una cinta que se toma demasiado en serio, pero que nunca profundiza en un tema en particular relegando las implicaciones políticas a una serie de ideas que sólo sirven para justificar algunas escenas y situaciones en el guión (eso sí, hay un guiño bastante ingenioso a Wall Street).

Es obvio señalarlo, pero el villano Bane se queda corto junto al Guasón de Heath Ledger. Nolan y el fallecido actor tuvieron la maravillosa idea de presentar al malo de la risa permanente como un monstruo ambiguo sin pasado, una fuerza anárquica pura. En TDKRises, Nolan toma el camino opuesto y a cada momento intenta darle un trasfondo humano a Bane, lo cual nunca funciona por las contradicciones de la trama. El personaje es un terrorista con una agenda ideológica, pero al mismo tiempo es un anarquista que busca el caos, es un personaje con un pasado trágico, pero es un monstruo sin sentimientos, es un líder mesiánico, pero nunca nos muestran como convence a ciudadanos comunes para seguirlo hasta la muerte. Tom Hardy** está muy malgastado en el papel, obligado a usar una máscara que hace muy difícil comunicar emociones, además de haber tomado la risible decisión de hacer que Bane hablé como un Darth Vader británico***. Hardy hace lo que puede con el débil material que tuvo a su disposición, pero en general nos encontramos con un villano decepcionante.

Pero no todo son malas noticias. Como en sus películas anteriores, Nolan utiliza su arsenal de actores recurrentes y el producto final es magnífico, al grado en que los personajes secundarios sobrepasan el trabajo de Hardy y Christian Bale (el cual está bien y a estas alturas ya todos nos acostumbramos a su Batman con cáncer de esófago). Le puedo criticar muchas cosas a Nolan, pero el cabrón sabe dirigir a sus actores. El Alfred de Michael Caine tiene una participación breve y contundente, siendo el centro de las escenas más emotivas de la cinta. Morgan Freeman y Gary Oldman están entregados y cómodos en sus personajes, Marion Cottilard está muy bella y hace un buen trabajo como el nuevo interés amoroso de Bruce Wayne. Joseph Gordon Levitt, como siempre, está excelente como el policía/detective Blake, sin duda el personaje más redondo, matizado y mejor escrito de TDKRises (su arco argumental es perfecto y mucho más importante de lo que aparenta en un inicio). Pero la mayor sorpresa del filme es quizás la Gatúbela de Anne Hathaway: sensual, compleja y muy graciosa, lo que funciona como un excelente contrapeso con el tono pesimista de la historia y la atmósfera ultra-seria y carente de humor característica del cine del creador de Inception.

Pero la pregunta sigue ahí, ¿es buena o mala? Pues, depende del cristal con que la mires. ¿Como una obra que utiliza el lenguaje cinematográfico para contar una historia? Es decente, por momentos rozando el calificativo de mala, por no decir intrascendente y ridícula. Si crees que esto es Gran cine o una obra de arte con ideas provocativas sobre la cuestión humana, entonces necesitas que te revisen el cerebro. ¿Pero como producto chatarra y summer blockbuster? Es excelente. Hay algo casi místico en sentarte y apagar tu cerebro en una película como ésta. Nolan es de los pocos directores que todavía entienden que se necesitan sets reales con explosiones reales para hacer una película de acción. Es un espectáculo excesivo y emocionante. La pelea entre Batman y Bane (al fin Nolan logró filmar una lucha a golpes de forma decente) y los últimos treinta minutos te dejan en la butaca del siento. Es un cierre digno de una trilogía irregular y vale la pena verla en IMAX.  No puedo confesar que la disfruté porque eso me haría perder mi hipster card, pero al final del día no le puedes pedir mucho al cine de superhéroes (o a Hollywood). Es lo que es y cualquiera que va a una taquilla y pide boletos para algo titulado El caballero de la noche asciende lo sabe. Esto no es física cuántica, chavos.

*La línea política de Nolan es de lo más grotesca. En su mente la revolución de Ciudad Gótica funciona de la siguiente forma: darle el poder al pueblo = socialismo = anarquía = EL COLAPSO DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL = BOOGA BOOGA BOOGA

**Como dijo Devin Farasci en Badass Digest, “culpo a Nolan por esconder los mejores labios masculinos de la industria bajo una máscara”.

***Por si no lo sabían, cuando se lanzó el tráiler en Internet mucha gente se quejó sobre la voz de Bane, afirmando que era incomprensible. Esto llevó a Nolan a sentarse en un estudio con Tom Hardy para regrabar TODOS los diálogos de Bane. No tengo idea que sucedió en la posproducción, pero la mezcla de sonido es horrible y distrae en cada escena donde Bane habla (parece que está hablando a través de un micrófono con ruido desde una habitación diferente).

Valiente (2012), agradable e inconsecuente

Por Mario NC

Temo por Pixar. Aunque el estudio fundado por John Lasseter y otros artistas de Disney nos ha dado tres de las mejores películas animadas de la historia (Ratatouille, Wall-E y Up), me parece pertinente señalar que el desborde de apreciación crítica (a mi gusto, demasiado ingenua y ciega) y el impacto de estas cintas nos ha impedido ver las cosas con objetividad. Para bien o mal, los fundadores de Pixar crecieron con Disney y en todas sus producciones es posible ver la influencia de la Casa del ratón y ésta es quizás uno de los más importantes defectos del estudio: la búsqueda de renovación, bajo un modelo de continuidad alimentada por la nostalgia.

Sí, Pixar ha creado películas infantiles inteligentes y arriesgadas. Sí, Pixar es un modelo ha seguir en la forma en cómo cuentan y desarrollan sus historias. Pero al final del día, Pixar es una marca, es un conglomerado que subsiste en base a uno de los más costosos y complejos medios visuales: la animación. Y para hacer más cine, Pixar necesita más dinero, necesita películas que sean exitosas y mercadeables, necesita limites y una cierta cohesión.

Y esto me lleva a mi punto central.

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Gimme the power (2012), los no tan revolucionarios

Por Alan M.

Después de This is not a movie (2011) y del rant  de importante colaborador de este blog contra ella, el señor Olallo Rubio presenta un nuevo documental dedicado a aquella banda que todos escuchábamos en la secundaria y las madres del Sagrado Corazón se empeñaban en prohibir: Molotov.

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Rough cut: Los juegos del hambre (2012)

Por Alan Márquez

Ya terminada la saga cinematográfica de Harry Potter, además de pronto hacer lo propio la de los odiados vampiros de Crepúsculo, era necesario encontrar una saga dirigida a ese target –tanto para la industria editorial como para aquella productora que se apuntara la correspondiente adaptación a la pantalla. Los juegos del hambre es la primera de cuatro películas basadas en la obra literaria de la autora estadounidense Suzanne Collins,  la película ya rompió algunos records de taquilla y sigue llenando salas de cine en todo el mundo, algo afortunado para una cinta que resulta interesante, no solo como un mero entretenimiento, sino también como una crítica inteligente e incluso siniestra a los medios de comunicación y de gobierno.

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La invención de Hugo Cabret (2011), la invención de los sueños

Por Alan M.

Es frecuente escuchar a gente que dice que el cine ha muerto. Ahogado entre secuelas y precuelas innecesarias, remakes, cintas realizadas con la expresa intención de ganar galardones sosos, historias trilladas, recursos visuales masturbatorios, películas en las que todo vale por la intención de sacar unos dólares más en taquilla. Luego los mercachifles de Hollywood inventan el CGI, la alta definición, la tercera dimensión, vemos en la cartelera película tras película de robots, animaciones por computadora insoportables, guiones infames, etcétera. Y de pronto llega Martin Scorsese con una película como La invención de Hugo Cabret a demostrar que el cine como medio tiene futuro, sólo hace falta pasión y oficio.

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Don Gato y su pandilla (2011), ¿la nostalgia es ciega?

Por Mario NC

El caso «Don Gato» siempre me ha intrigado. Ejemplo perfecto del declive creativo y financiero de la dupla Hanna-Barbera, Top Cat es parte inevitable de la animación-maquila, modelo de producción eficiente que se vino a consolidar con el invento de la televisión, cuando el cine animado y el modelo Disney resultaban en excesivas perdidas financieras para los estudios. Maquila porque en eso se convirtió la industria animada: excreción de programadas realizados con ínfimos presupuestos y fórmulas diseñadas para explotarse de forma fácil, con guiones simples y personajes unidimensionales que podían dar hasta cientos de pisodios para luego sindicalizarse en repeticiones hasta la saciedad o el fin del mundo (lo que suceda primero).

Algo sucedió con Top Cat que nunca funcionó con el público estadunidense. Fue cancelada con sólo treinta episodios pasando sin pena ni gloria en el imaginario yanki. Por obras de los chaneques verdes o los espíritus nahuas del sincretismo mexicano o lo que sea que haya sido*, Don Gato y su pandilla se convirtió en una obra de culto, en un ícono cultural tan adherido al imaginario mexicano como lo es El Chavo del 8 o La Familia Burrón. Situación por igual fascinante y extraña que ha sido atribuida, por supuesto, al legendario doblaje mexicano realizado en la época de oro de esta complejísima profesión, ya agonizante en la última década.

Todo lo anterior es ante todo, un recordatorio de lo extraño, casi surreal, de este proyecto en particular. Co-producida por la Warner y Argentina, escrita por un equipo de gringos y animada por un estudio mexicano, Don Gato y su pandilla (2011) es sin duda la película animada más desconcertante de los últimos diez años y heredera de esos extraños casos en los que un producto cultural es irónicamente re-apropiado y reconfigurado por otra. Hablo de esos casos tan absurdos como la reevaluación crítica de las películas de El Santo en Francia o la obsesión de Medio Oriente con Lionel Richie.

Pero me estoy desviando del tema.

El problema fundamental con Don Gato y su pandilla (2011) es que desde el primer segundo del metraje, hasta el último, la película se siente limitada. Limitada en todos los sentidos posibles debido a su propia naturaleza: producto de una animación limitada presentada en un medio limitado, la televisión. Por ello, cuando es exportada al cine, lo más natural es que estos personajes y situaciones se sientan incómodos y superficiales. Hay que recordar que Don Gato (la serie) fue creada para ser repetitiva, todos los personajes son cliches o estereotipos de una época (el paria y sus compañeros que sobreviven de forma astuta violando la ley y siguiendo una especie de código de honor) que conformaban una propuesta cerrada y estática, que no podía cambiar o modificarse dentro de los veinte minutos que duraba cada episodio, pues esto significaba ir en contra de la intención comercial de la serie, es decir, presentar una fórmula y explotarla por el mayor tiempo posible. En cambio, una película animada (en este caso me limito al cine infantil) requiere ethos y catharsis, desarrollo emocional y una conexión clara entre lo que se cuenta y el mensaje que se quiere transmitir al espectador (ejem, los niños). En Don Gato (la película) no hay nada de esto, porque los personajes no pueden cambiar o crecer, porque eso sería traicionar la nostalgia (el status quo presente no en los niños sino en los padres, la verdadera audiencia de esta cinta), el único combustible que tiene la película para sostenerse por hora y media.

La trama es sencilla y curiosa: Don Gato (un excelente Salvador Nájar) es érroneamente inculpado por un crimen que no cometió, producto de un elaborado plan del magnate y villano Lucas Buenrostro (un irreconocible Mario Castañeda) quien toma control de la estación de policía (y la ciudad) con ayuda de sus hipermodernos robots policías. Es este último detalle (la tecnología del villano como arma mortífera), el aspecto más fascinante de la cinta, el cual plantea una especie de comentario irónico sobre su propio material. Buenrostro representa la modernidad, su villanía basada en la tecnología de punta y en subestimar a Don Gato y a sus métodos, arcaicos y fuera de contexto en la realidad virtual de la Web 2.0. Por ejemplo, en una escena de la primera parte, Don Gato se muestra estupefacto ante un celular, al que no le ve ninguna función práctica. Deliberadamente o no, los creadores parecen escupir al aire, dejando en claro que la película se sustenta en pura nostalgia adulta sobre y a través de una franquicia que resulta imprenetable para los niños de la generación ipod/blackberry acostumbrados a las aparatosas y costosas animaciones en computadora de Pixar o Dreamworks y a las historias de escala épica tipo Harry Potter. En cambio, Don Gato se siente pequeña, muy pequeña, pero con complejo de grandeza. Ah y casi lo olvido, la película es presentada en 3D.

En este sentido, la calidad técnica no es ninguna sorpresa, Anima Studios contó con cerca de seis millones de dólares para la producción, un presupuesto exhorbitante para una película mexicana, ridículamente bajo para una película de animación promedio en Hollywood y bastante justa para una producción independiente -sólo para establecer un punto de comparación, Las trillizas de Belleville (2003)  Persépolis (2007) tuvieron un presupuesto similar-. El «primer» estudio de animación mexicana exitoso parece estar en un bache creativo, su presupuesto se multiplica, pero su estilo permanece estático, caminando para atrás en vez de ir hacia adelante. El estilo de animación apesta a direct-to-video, con un estilizado rediseño de personajes a la UPA que luce atractivo cuando los personajes se encuentran estáticos, y horrendo cuando están en movimiento. En otras palabras, es lo que es, una caricatura modesta con aires de megaproducción sin identidad propia. En contraste, los atractivos créditos finales (diseñados con un trazo simple y fondos tipo acuarela al son del pegajoso tema New York Groove de Ace Frehley), evocan a los usados por Pixar y Dreamworks al final de sus películas. Aquí resultan encantadores y se sienten honestos. De haber optado por ese estilo visual, Anima Studios tendría en sus manos una película llamativa y sencilla, más acorde al limitado material original y el presupuesto del que parten, aunque por supuesto no hubiera lucido tanto en una pantalla de cine y mucho menos «en 3D».

En comparación, la adaptación del guión en inglés de Jorge Arvizo me parece excelente y elegante, nunca llegando a los excesos mex-pop de Derbez, pero manteniéndose dentro de una universo cultural bien definido, a pesar de que la historia ocurre en Nueva York. La música es olvidable y la película tiene uno o dos chistes muy logrados que redondean un trabajo de doblaje muy decente y que salvan al conjunto de la mediocridad completa.

Por último, quiero aclarar (en plena contradicción de mis comentarios venenosos y destructivos) que no tengo nada en contra de Anima Studios o esta película en particular. Siendo honesto, me esperaba una basofia insufrible, tipo el Oso Yogui (2010) o Los pitufos (2011), pero la realidad es que Don Gato y su pandilla (2011) es completamente inofensiva. Entretenimiento simple, sin mayores pretensiones, ni mejor o peor que un capítulo cualquiera de El chavo del 8. Sabe perfectamente lo que es, una caricatura decente y olvidable que no tiene ninguna razón de existir, mucho menos dentro de una sala de cine. Dudo que a los fans de la serie les agrade, porque es tan sólo un recopilatorio de referencias que pueden ver en los episodios originales (que ya tienen y que pueden repasar en cualquier momento en Canal 5 o en DVD) y porque el doblaje (el aspecto más memorable de un mediocre material original) se siente incompleto, ya que la mayoría de los actores originales han muerto o rechazaron participar en el proyecto.

Aunque la realidad sea dura, ahí siempre estará para ser incómoda. Al igual que gran parte del cine de nuestro país, la animación en México todavía está en pañales a pesar de sus setenta años de evolución (o involución, dependiendo del caso). Todavía no encuentra una identidad propia y un sistema de producción lo suficientemente efectivo para producir, al mismo tiempo, material original y productos comerciales (como si lo han logrado numerosos estudios de animación europeos). Al igual que muchos aficionados a la animación, me encantaría decir con orgullo que México tiene una industria de la animación sana. Es muy loable que Don Gato haya roto récords de taquilla, logrando 108 millones de pesos (casi ocho millones de dólares), pero no me parece que este tipo de productos sean el camino correcto (antes de ésta, Anima realizó un especial de Mr. Magoo). Y este humilde pseudo-crítico espera, con una diminuta esperanza, que esos millones recuperados en taquilla sirvan para crear material provocador y a la altura de lo que se hace en Europa o en Asia. El cine animado necesita de forma urgente a jóvenes creativos y cojonudos que estén dispuestos a revolucionar un medio subestimado y limitado por lo comercial. El dinero es necesario, pero no es lo único que falta.

Necesitamos ingenio, visión y mucho, mucho talento.

*Otra explicación de la longevidad de Don Gato en televisión, además del doblaje, es que la premisa de un gato tramposo que utiliza cualquier medio para sobrevivir y cuidar a su grupo y que es irrespetuoso de la autoridad resuena de forma inconsciente con la cultura mexicana, más pronta a ridiculizar a los oficiales de policía y  santificar a los ladrones con corazón y código de Robin Hood (como Malverde o Pancho Villa). La idea del anti-héroe jodido por el sistema económico y las clases sociales es algo muy particular de nuestra cultura. En comparación, para los estadunidenses de clase media de los sesenta (época en la que se estreno la serie) Top Cat resultaba aburrida y demasiado ajena a su realidad social, centrada en el consumismo, la familia nuclear, la pujante tecnología espacial aplicada a la vida domestica y la explotación mediática del american way of life que eran los temas centrales de Los Picapiedra y Los Supersónicos, series muchísimo más exitosas.