Best Worst Movie (2009), apasionante y honesta

Por Mario N. Castro

Creo que uno de los objetivos principales de todo artista, por no decir el más importante, es el de generar emociones en las personas. Todo creador (ya sean pintores, músicos, escritores o cineastas) busca que su audiencia sienta algo con su trabajo. En el arte no existen puntos medios y esta ley es aún más cierta en el cine, ya que se trata del medio artístico más accesible para el público (pocas personas leen, pero casi cualquiera va al cine) y el que, junto a la música, levanta pasiones más extremas. Todos podemos nombrar películas que amamos u odiamos, pero es difícil recordar cintas que nos dejaron fríos. Si la cinta cae en la definición de aburrida, mediocre o «equis», entonces el director ha fracasado estrepitosamente en su trabajo. Es así de simple.

Desde este punto de vista, hacer una película «mala» es mucho más loable que hacer una olvidable y al menos, el director tendrá el placer de ser recordado para la posteridad como el creador de algo tan  detestable que es sencillamente inolvidable. En este sentido, las películas malas son perfectos manuales de lo que no se debe hacer dentro de la cinematografía. Son compendios de malas decisiones y errores garrafales fascinantes. Dicen mucho de los gustos particulares del público y de sus excéntricos directores. Los gringos, quizá por su característico sentido del humor (más inclinado al sarcasmo y a la ironía que en otras culturas), aman el cine «malo», al grado en que el «disfrute irónico» de este tipo de películas se ha vuelto un fenómeno subcultural y una herencia directa del grindhouse y el cine clase-Z producido en los sesenta, cuyo mayor exponente es el ya legendario Ed Wood y su Plan 9 of Outer Space.

Pero de todas estas películas (las cuáles, por cierto,  la mayoría de los críticos «profesionales» no podrían ni nombrar), la más extraña e interesante es Troll 2, producción en la que a pesar de su desafortunado título, no aparecen trolls (pero si duendes, muchos duendes, duendes vegetarianos) en sus 95 minutos de metraje y la cual no tiene ninguna relación con la olvidable Troll de 1986. La cinta, se centra en una familia que llega a un pueblo controlado por una secta de duendes vegetarianos. Por si sola, se trata de un producto increíble, de esos que «se deben ver para crer»: actuaciones desastrosas, efectos pésimos, una trama sin sentido y nulo sentido del terror. Su notoriedad radica en lo hipnótica que, demasiado absurda para tomarse en serio y demasiado graciosa para odiarla. Es una obra tan inusual que hasta directores serios y reconocidos la hanarropado como un «placer culposo».

Pero no estamos aquí para hablar de Troll 2, sino de Best Worst Movie (que puede traducirse como «La mejor peor película»), el documental que se centra en el sorpresivo redescubrimiento de esat cinta y en las peculiares historias de los que participaron en su filmación.

Dirigida por Michael Stephenson, nada menos que el niño protagonista de Troll 2, el documental inicia con la historia del Dr. George Hardy, un dentista nacido y criado en Alabama, amado por su pueblo y dotado de una gran personalidad. Esta introducción es montada en una especie de tono paródico, como salido de un tributo cursi a un sujeto que no conocemos. La realidad choca con el espectador, cuando el director hace una pregunta incómoda a los padres de Hardy: ¿Y que le pareció la  actuación de su hijo?» Casi toda la película se mueve en este estilo ácido e irreverente, Stephenson edita de forma magistral las entrevistas y los hechos, mostrándonos todo de forma más o menos objetiva, pero nunca tomándose demasiado en serio, razón por la que el documental funciona tan bien, incluso si no tienes ni idea de que va Troll 2.

De cierta forma, la cinta registra el viaje de transformación del Dr. Hardy, una odisea personal en la que primero se sorprende a causa de su nueva fama como «actor», luego intenta lucrar con ello sin éxito  y al final, casi como una epifanía, se da cuenta que todo es una especie de ilusión pasajera. Como si fuera el hilo conductor, Hardy acompaña a Stephenson en su inusitada búsqueda para reunir al cast original, siendo en su mayoría personas comunes con carreras sólidas en numerosos medios (cine, literatura, música), con la excepción de dos de los actores, verdaderos enfermos mentales en potencia o en plena recuperación. El filme de alguna forma intenta revelar o comprender el «encanto» de Troll 2, moviéndose entre sus fans y los actores originales, abarcando sus rasgos más sorpresivos,  como su éxito en los círculo de medianoche con funciones agotadas en distintos cines de Estados Unidos y con la presencia de una fiel fanaticada tan sólo equiparable al de otra cinta de culto, The Rocky Horror Picture Show.

Pero el momento más genial de todo el documental, llega cuando conocemos al director, el italiano Claudio Fragasso (cuyo trabajo como guionista y productor ha sido vinculado de forma reciente con otro gran director malo, Bruno Mattei), un hombre excéntrico y algo autoritario que está convencido en que Troll 2 es una obra de arte incomprendida. Por las declaraciones de los actores, descubrimos los pormenores de la filmación: Fragasso apenas hablaba inglés, lo que causó que la mayoría de los involucrados en la filmación (incluidos actores y extras) no comprendieran el guión y sus instrucciones. En otras palabras, el cast no tenían ni una sola idea de qué diablos estaban filmando o diciendo (hay otras anécdotas más extremas, como el hecho que uno de los actores estuvo drogado durante toda la filmación). Pero el punchline perfecto llega con las declaraciones de la guionista Rossella Drudi (esposa de Fragasso), quien afirma que el guión era una elaborada crítica en contra de los vegetarianos. Esta incapacidad de Fragasso de comprender su propa película (la que ni siquiera resordaba haber filmado), se asemeja mucho a la caricatura de los europeos que Woody Allen nos muestra en El Ciego, en particular el momento en que los franceses aclaman una cinta  dirigida por un ciego. Allen intentaba criticar la extraña costumbre de los europeos de ver simbolismos y arte en casi cualquier cosa (diametralmente opuesta a la lógica dura y sardónica de los estadunidenses) .

Best Worst Movie es un excelente y muy entretenido documental. No será el más profundo o sociologicamente el más necesario, pero es honesto y bastante inteligente. En ciertos aspectos recuerda a Ed Wood de Tim Burton, tanto en tono como temática y ambos nos presentan con ideas interesantísimos respecto al cine y la fuerza creadora. No importa que tan mala sea un apelícula, es muy clara la línea que separa una cinta honesta de una hipócrita. Y al final, ¿cuál es la diferencia entre un filme de Michael Bay y uno de Ed Wood o Bruno Mattei? La respuesta es que mientras el primero es un vehículo de vanidad hollywoodense diseñado para hacer dinero, mientras que el segundo es una muestra de amor desinteresado hacia el cine. A veces, las películas más recordadas por el público no son las mejor filmadas o escritas, sino aquellas que «conectan» con el espectador, que los arrastran a mundos ajenos a su realidad. Esa ilusión es lo que a veces nombramos como la «magia del cine» y es un aspecto que sobrepasa cualquier crítica o juicio objetivo. Eso es pasión, eso es arte, maldita sea.

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