Tetro (2009), las familias son perversas

Por Mario N. Castro

Tetro se encuentra dirigida, producida y escrita por Francis Ford Coppola, suceso que no ocurría desde aquel fascinante y extraño filme de 1974 titulado La conversación, evento que justifica por si solo la compra del boleto. A pesar de ello, Tetro es inusual y muy inaccesible, una de esas producciones que dividirá al público, unos la amarán y otros la consideran una obra fallida y menor en la extensa carrera de Coppola. Y me temo que debo incluirme en el segundo grupo.

La trama inicia cuando Bennie, un soldado de la marina, visita Argentina para reencontrarse con su medio-hermano Angelo, un aspirante a escritor con un largo historial de locura y depresión. A través de los textos de su hermano, Bennie descubre la terrible red de mentiras y engaños de  su padre Carlo Tetrocini, un reconocido compositor de música clásica, que lleva a los dos hermanos a una espiral perversa de autodestrucción. Como un rompecabezas, Coppola nos muestra el pasado y el presente de los personajes en secuencias literales y simbólicas que registran la lenta desfragmentación de los herederos de la familia Tetro.

El aspecto más problemático de la cinta son sus súbitos cambios de tono y estilo. Es una de esas obras inclasificables que es, al mismo tiempo, muchas cosas y ninguna: es un drama, una farsa, una deconstrucción del arte y un relato sobre la caída de una familia.  Aunado a esto, Coppola cuenta la historia por medio de recursos estéticos algo cuestionables. Por ejemplo, la cinta invierte el uso típico de los colores: el presente es en blanco y negro, mientras que el pasado es a colores; característica que en ningún momento es justificada por el guión. Y lo que es peor, toda la película se encuentra filmada con cámara digital, provocando que los colores se recarguen en los flashbacks y que el claroscuro se sienta artificial y frío.

El tema central de Tetro es la familia como algo inescapable. La sangre y el pasado persiguen a estos dos hermanos, haciendo que los errores del padre se repitan infinitamente. Sin embargo, Coppola extiende demasiado su relato, al grado que las ideas empiezan a ser caóticas, contraponiéndose unas con otras sin una intención clara. El complejo de Edipo se entremezcla con la fábula de Caín y Abel, la locura con el objeto de la creación y las trampas del arte. Es un paquete demasiado relleno y excesivo que nunca termina de cuajar como propuesta cinematográfica. Pero Coppola es un genio y a pesar de sus trampas, el guión es sólido y redondo. Son las ideas las que no tienen cohesión y el resultado es una película demasiado extraña e irregular para ser tomada en serio.

En los aspectos técnicos, la banda sonora es mínima (pero está bien integrada), la fotografía es excelente (sobre todo cuando el director Coppola se da el lujo de jugar con los colores y las atmósferas) y es muy evidente que el presupuesto era limitado (hay unas secuencias de pantalla verde que son de pena ajena). En cuanto a las actuaciones, Vicent Gallo es sobresaliente como Angelo, Alden Ehrenreich está algo plano como Bennie; Maribel Verdú hace un buen trabajo como Miranda, la amante de Angelo, pero quien se roba la película es Mike Amigorena interpretando a una diva queer del teatro. Es una lástima que su participación sea tan breve e innecesaria, ya que tiene, de lejos, las escenas más memorables de toda la cinta.

Hay escenas fascinantes en Tetro, aunque se encuentra muy lejos de ser lo mejor de Coppola. El filme tiene un gran potencial para convertirse en una obra de culto, pero (y sé que sonará a blasfemia) me temo que el resultado habría sido mucho más interesante si un director joven hubiera trabajado sobre el guión de Coppola. Así como está, Tetro es sólo un producto curioso que, de cualquier forma, vale la pena ver.

*Tetro es parte de la 52ª Muestra Internacional de Cine y sólo se exhibirá hoy y mañana en la Cineteca Nuevo León (15 – 16 de febrero).